El ladrón pensaba que ya había logrado su cometido, pero tarde se dio cuenta de que las cosas no salieron como lo esperaba.
Hay un viejo y sabio dicho mexicano que reza: “obra mal y te irá mal”. Un refrán que este ladrón seguramente no conocía o decidió ignorar, y vaya que la vida le cobró rápido la factura.+
La historia que ahora divierte a medio internet comenzó con una jugada maestra de torpeza: intentar robar lo que creyó era el bolso de una persona distraída, pero que en realidad pertenecía a un maniquí.
Ahora, el video del ladrón que confundió a un maniquí con una persona, está haciendo historia en internet. Y aunque para él este será un capítulo que preferiría olvidar, para los internautas es el recordatorio de que el bien siempre vence al mal.
Ladrón confunde a maniquí con persona e intenta asaltarlo
Ladrón confunde a maniquí con persona y le roba su bolsa
En el emocionante mundo del crimen amateur pocas hazañas logran brillar con tanta originalidad como la protagonizada por un intrépido ladrón de playera anaranjada -nada discreta, por cierto- que decidió asaltar… a un maniquí.
Ladrón confunde a maniquí con persona e intenta asaltarlo
Todo comienza como la escena de una película de bajo presupuesto: el hombre caminando con calma y admirando los pasillos de un mercado. Con precisión quirúrgica y la destreza de un carterista experimentado (o eso pensó él), extendió sus manos hacia un bolso negro.
Sin embargo, el protagonista no se tomó la molestia de comprobar si la “víctima” respiraba, parpadeaba o hacía cualquier cosa remotamente humana. A él lo único que le importaba era llevarse el artículo que a gritos pedía ser robado (sí, es sarcasmo).
Ladrón confunde a maniquí con persona e intenta asaltarlo
Así que, en un acto de osadía sin precedentes, arrebató el bolso y salió corriendo como si hubiera robado la Mona Lisa. La épica huida fue breve. Muy breve. Apenas había dado unos pasos cuando algo increíble ocurrió: el ladrón, tropezó con el maniquí, que era víctima de su asalto.
Como era de esperarse, el desenlace fue una combinación de risas y justicia poética. Los locatarios, testigos de este despliegue de ineptitud, aprovecharon para detenerlo y, de paso, darle una dosis gratuita de humillación pública.