
El antropólogo Claudio Lomnitz estudia cómo el canibalismo ha dejado de ser un mito para convertirse en práctica ritualizada dentro de grupos del narco mexicano. Identifica tres tipos: religioso, de reclutamiento y como acto de dominación. Es decir, no solo es violencia, sino un mensaje simbólico que desafía al Estado y construye nuevas jerarquías criminales.
El canibalismo en el narco mexicano: entre el rito, el control y la transgresión
En medio del paisaje sangriento del narcotráfico en México, hay prácticas que van más allá de la simple exhibición de poder o la ejecución de rivales. Una de ellas, profundamente arraigada en ciertos grupos del crimen organizado, es el canibalismo , una conducta que trasciende lo violento y se adentra en lo simbólico, lo espiritual y lo político .
Este fenómeno ha sido estudiado por Claudio Lomnitz , antropólogo e historiador chileno miembro de El Colegio Nacional, en su obra Para una teología política del crimen organizado (2023) . En ella, propone una lectura donde estas prácticas de violencia ritual se insertan en un contexto de vacío institucional , alimentado por la impunidad, la ausencia de justicia y la descomposición del Estado moderno.
¿Qué hay detrás del canibalismo en los cárteles?
Lomnitz no ve el canibalismo como un mero acto de barbarie, sino como una expresión de lo sagrado tergiversado , donde el cuerpo se convierte en mensaje y la violencia, en rito. Este tipo de prácticas refuerzan estructuras colectivas, subvierten el orden institucional y generan nuevos sistemas de lealtad y dominio.
A través de sus investigaciones, Lomnitz identifica tres modalidades distintas de canibalismo en el narcotráfico mexicano, a las que denomina expresiones del “nuevo canibalismo mexicano ”.
1. Narcosatánicos: el canibalismo ritual-religioso
Uno de los casos más impactantes fue el del asesinato del estudiante estadounidense Mark Kilroy , desaparecido en Matamoros, Tamaulipas, en 1989 . Su cuerpo fue encontrado junto a otros doce cadáveres enterrados en fosas clandestinas, rodeados de elementos de rituales satánicos y vinculados a la santería palera o palo mayombe .
El líder de aquella célula criminal, Adolfo de Jesús Constanzo , prometía a sus seguidores protección sobrenatural, invisibilidad y victoria sobre sus rivales. Para Lomnitz, estos actos no eran simples muestras de locura, sino dispositivos de violencia extrema que servían para crear una complicidad capaz de guardar cualquier secreto .
2. Canibalismo como rito de iniciación
Este tipo de práctica aparece especialmente en grupos como La Familia Michoacana y sus sucesores, Los Caballeros Templarios , liderados por Nazario Moreno González , alias “El Chayo”. Moreno escribió un texto llamado Pensamientos , distribuido entre sus adeptos como si fuera una biblia.
Dentro de esta organización, comer carne humana formaba parte de un rito de paso : una transformación espiritual que convertía a los reclutas en soldados absolutamente leales. Según Lomnitz:
“El canibalismo en este caso aparece como un acto ligado a un rito de iniciación, no a una secta religiosa, sino al propio cártel”.
Estas prácticas tenían un propósito claro: moldear individuos, muchos de ellos recuperados de adicciones, para convertirlos en combatientes dispuestos a todo.
3. Canibalismo como pacto de dominación
La tercera categoría es la más siniestra: el consumo simbólico del enemigo. Este tipo de violencia se documentó en el entorno de Los Zetas , uno de los brazos armados más brutales del Cártel del Golfo , liderado por figuras como Heriberto Lazcano , alias “El Lazca”.
En este caso, se han reportado platillos tradicionales —como tamales o pozole— preparados con carne de rivales ejecutados. No era un acto impulsivo, sino meticulosamente planificado , incluso con el consumo previo de alcohol para evitar que la adrenalina alterara el sabor de la carne.
“Ya no es una prueba de lealtad que requiera un sometimiento público al jefe, sino un acto que sirve como piedra de toque para celebrar una alianza”, explica Lomnitz. Es decir, el consumo del enemigo no solo simboliza la derrota del otro, sino la consolidación de alianzas internas .
¿Cómo encaja esto en el imaginario del narco?
Lejos de ser meras supersticiones, las devociones populares como el culto a la Santa Muerte , la veneración de San Judas Tadeo o prácticas heredadas de la santería cubana y el vudú haitiano ofrecen una estructura espiritual que refuerza la identidad de los grupos armados.
Estos rituales, aunque grotescos, responden a lógicas de pertenencia, control y legitimación del poder. Como señala Lomnitz:
“El nuevo sacrificio humano pone las bases rituales para el establecimiento de un nuevo sistema de castas”.
Es decir, el canibalismo no solo es una muestra de brutalidad, sino también un mecanismo de jerarquización interna , donde se marca una línea entre quién domina y quién es descartable.
¿Por qué importa este análisis?
Lo que sucede en los márgenes del Estado no puede verse aisladamente. Estas prácticas simbolizan una ruptura con los fundamentos del orden moderno. Matar no es solo eliminar a un rival; es desafiar la autoridad divina y estatal , negociando directamente con fuerzas oscuras y espíritus menores.
Como dice Lomnitz:
“Queda claro entonces que la ejecución de un sacrificio humano en una civilización y un Estado construidos sobre ideas cristianas es una transgresión con implicaciones profundas”.
Conclusión: El canibalismo como síntoma de un Estado fallido
El canibalismo en el narco mexicano no es casualidad ni patología individual. Es, según Lomnitz, un síntoma de un vacío institucional , donde el Estado no solo falla en garantizar seguridad, sino en mantener un marco moral compartido.
Detrás de cada acto ritualizado hay una intención clara: construir un orden paralelo , con reglas propias, leyes propias y dioses propios. Un sistema donde el cuerpo del otro no es inviolable, sino intercambiable, consumible y útil para reforzar la identidad de quien lo consume.
Este tipo de violencia simbólica no solo busca atemorizar, sino reemplazar .
